Iniciamos el siglo XXI con un enorme reto sobre nuestra espalda: contrarrestar el cambio climático. Las transformaciones que trajo consigo la revolución industrial hace unos tres siglos vinieron acompañadas de un efecto indeseable: la contaminación y una transformación profunda en los ecosistemas del planeta.
El territorio de lo que se conoce como Honduras sufrió fuerte transformaciones en sus ecosistemas debido a la contaminación, la sobre explotación de recursos forestales y minerales, lo que ha traido graves consecuencias para los seres humanos que la habitan. La deforestación y contaminación de las fuentes de agua ha traido como resultado problemas de abastecimiento de agua potable, mayor vulnerabilidad frente a las inundaciones, sequías cada vez más severas, erosión de los suelos y su consecuente impacto económico.
Para nuestra sociedad esto implica una serie de desafíos. Cabe resaltar que para tener éxito frente a estos desafíos se necesita de un esfuerzo coordinado a nivel de las diferentes estructuras políticas y sociales. Además se hacen falta políticas públicas orientadas a resolver estos problemas y de un fuerte compromiso de nuestra parte para velar su pleno cumplimiento.
Honduras enfrenta un enorme déficit energético, que durante las últimas décadas a sido remendado a través de la incorporación de la energía eléctrica a base de petróleo, debido a su rentabilidad como negocio, su bajo costo de inversión inicial en comparación con otras alternativas verdes y a la falta de un plan energético de largo plazo (quizá favorecido por lo anterior). Sin embargo, para la mayoría de la ciudadanía esto ha desembocado en un elevado coste de la energía eléctrica debido al alza en los precios del petróleo en el mercado mundial, a la especulación generada por los dueños de las térmicas y al coste irracional al que el Estado compra esta energía a través de la ENEE. Además, a lo anterior debe sumarse el fuerte impacto ambiental debido a la emisión de gases de efecto invernadero que produce este sistema de generación de energía eléctrica y sus repercusiones sobre el cambio climático.
Por ello es necesario dar un diro hacia energías verdes, baratas y limpias. Existe una amplia gama de soluciones verdes y el Estado de Honduras junto con organismos y países cooperantes ha dado pasos importantes en aras de adoptar estas soluciones de generación energía, particularmente la hidroeléctrica, eólica y, en menor medida, la energía solar.
La energía hidroeléctrica suele ser la primera en saltar a la mesa. Pero, hay un pero. La energía hidroeléctrica deja de ser verde cuando se la utiliza a gran escala, a través de las grandes represas. Las grandes represas suelen tener un alto costo social y un fuerte impacto sobre los micro-clima y los ecosistemas vecinos. Sobre este tema, la Comisión Mundial de Represas concluye que «las represas han hecho una contribución importante y significativa al desarrollo humano, y han sido considerables los beneficios derivados de ellas. En demasiados casos se ha pagado un precio inaceptable y a menudo innecesario para conseguir dichos beneficios, en especial en términos sociales y ambientales, por las personas desplazadas, por las comunidades aguas abajo, por los contribuyentes y por el medio ambiente natural».
Debido a esto, quizá la alternativa sean los micro-proyectos, que utilizan caudales menores y tienen un impacto despreciable sobre el cauce y la cuenca de los ríos y arroyos. En Nepal se han estado haciendo una serie de proyectos bajo este concepto, que son muy alentadores, especialmente para la electrificación de areas rurales. Sin embargo, este tipo de proyectos, por si mismos, tienen serias limitaciones para cubrir altas demandas de energía eléctrica como las requeridas por la gran industria de las ciudades. Así, la energía hidroeléctrica genera grandes dilemas, porque por un lado los grandes proyectos tienen un coste social y ambiental muy considerable, y por otro lado, los micro-proyectos no se dan abasto para la demanda de energía de la industria.
Una alternativa esperanzadora es la energía eólica, sobre la que Honduras ya ha dado un gran paso al comenzar a generar 68 Mw (serán 102 Mw cuando esté completamente terminado el proyecto) mediante esta tecnología y se espera que con el éxito de este proyecto se expandan las inversiones en este campo. Otra alternativa a considerar es la energía solar, especialmente en el sector residencial, pero lastimosamente su costo inicial es muy alto, aunque esto podría cambiar en el futuro gracias a las investigaciones que están revolucionando los métodos de obtención de energía solar con materiales más baratos y de mejor rendimiento, empleando la sabiduría de la naturaleza.
La solución a futuro parece ser un complejo muy variado de formas de producción de energía, cada una en función de las potencialidades de las regiones y de las necesidades de las personas.
Debemos tomar en cuenta que el problema de la energía, no solo se trata de abastecer la demanda, también es necesario poner cota a la misma. Honduras debe dar pasos importantes, debido a al gran derroche de energía. Se necesitan políticas públicas y una legislación que velen por una mayor eficiencia energética en la industria y en el sector residencial. Gran parte de la industria honduraña opera bajo condiciones de extremo derroche de energía porque por un lado gran parte de esta industria no paga el coste real de la energía eléctrica que consume, lo que inhibe el interés por el ahorro, como también debido a la obsolesencia de los equipos con que operan o por la selección inadecuada de los requerimientos y funcionalidades de los mismos. Por su parte, en el sector residencial no existe una educación adecuada de como usar la energía eléctrica ni se hace el énfasis suficiente en la necesidad del ahorro de energía.
Como sociedad enfrentamos un serio desafío, de cuyo éxito puede depender incluso nuestra propia existencia. Ya comenzamos a sentir las consecuencias del cambio climático, solo cambiando nuestra actitud podremos intentar revertir el cambio climático. Aún estamos a tiempo.