Modelos de Comunidades Cooperativas, y “ciudades modelo”

Comparto con ustedes éste editorial de Diario Tiempo, escrito por Leónidas Ávila Chávez, en el que se aborda el tema de las ciudades modelo y sus implicaciones a nivel político:

 Leónidas Avila Chávez

La decisión legislativa de crear las Regiones Especiales de Desarrollo (RED), más conocidas como “ciudades modelo”, constituye un acto violatorio de la Constitución de la República al reconocerlas con autonomía, personalidad jurídica, sus propios sistemas administrativos, que pueden emitir su propia normativa y tienen su propio fuero jurisdiccional. La fragmentación del territorio nacional con el montaje de las RED es equivalente a crear un Estado sobre otro Estado.

Las “ciudades modelo” son la mejor confesión de la oligarquía nacional de su incapacidad moral y política para seguir gobernando el país. Es también una  confesión que la élite capitalista no ha gobernado para construir desarrollo, mas ha gobernado para enriquecerse desde el poder.  Tan grave es la crisis en que se ha sumergido al país, que estos oligarcas preferirán aislarse con sus socios mayores del exterior en su soñada “ciudad modelo”,  a invertir sus capitales para generar empleo digno, pagar correctamente sus impuestos  y comenzar a revertir los daños que han causado a la nación por más de un siglo de gobierno. Pero,  en el formato de las “ciudades modelo” no es la mejora del país lo que está en la mira.

Centrados en el desarrollo de nuestro país, tenemos que impulsar modelos propios, pensando en que una Honduras mejor es posible. Ese modelo  no será para entregar el territorio a  grandes traficantes y especuladores del mundo, pero sí tendrá como destinatario la dignificación de la vida de los hondureños/as. El modelo ha de servir para afianzar nuestra soberanía  y encontrarnos como hermanos en el trabajo solidario, enlazados por la solidaridad, la cooperación y la ayuda mutua. Se trata de los modelos de comunidades cooperativas.

Para impulsar estos modelos no tenemos que inventar el agua tibia. Ya nuestra historia cercana nos presenta valiosas experiencias, algunas de las cuales fueron destruidas por los cuerpos de seguridad del mismo Estado. Nadie puede negar el modelo de comunidad cooperativa de Isletas, donde los trabajadores, asumiendo la filosofía de un sistema incluyente, solidario y de equidad distributiva, dirigían de modo autogestionario su empresa y generaban sus propias fuentes de trabajo,  tenían sus propios mecanismos de abastecimiento, su mercado y sus  servicios; y soñaban con desarrollar más su modelo de economía solidaria. Lamentablemente, a los ojos de la oligarquía y la transnacional bananera aquello no encajaba en el esquema de su modelo concentrador y excluyente. Habría que destruirlo.  No podían tolerar que los trabajadores desde su propia gerencia  demostraran un altísimo  grado de eficiencia y eficacia. El tristemente célebre Gustavo Alvarez Martínez se entrenó asesinando a los dirigentes del modelo Isletas. Después, el gobierno de Callejas, con el visto bueno del entonces Director del  Instituto Nacional Agrario, facilitaron su venta a la gran empresa transnacional bananera, pasando los trabajadores de su condición de dueños y  protagonistas de aquel  modelo de comunidad cooperativa, a ser asalariados de la misma transnacional.

Otro  modelo de comunidades cooperativas ha sido el del Aguán, de inspiración solidaria y con fundamento en la economía social, integrado por un poco  más de 53 empresas cooperativas y asociativas campesinas.  Convertidas en verdaderos modelos comunitarios de desarrollo integral, dominaron las relaciones económicas de la zona, coexistiendo con formas capitalistas de producción. Pero, otra vez el Estado  se encargó de destruirlas facilitando la venta de sus activos estratégicos, después de haber sido su impulsor. Con justicia la nueva generación campesina  está recuperando su herencia patrimonial y con ello, la esperanza de recuperar aquel modelo de economía social concretado en la gestión de comunidades cooperativas.

Otros modelos similares se han desarrollado en el país, y lo mejor, con familias que lograron superar la pobreza. El Estado fue su impulsor y en varios casos, también su destructor.

No a las “ciudades modelo”. Sí a las experiencias culturales de nuestro pueblo.